Bastión de sabor cadencioso
miércoles, 19 de julio de 2006
 
 
 
 
La Gran Banda de Sonia López ha abarcado las facetas folclóricas y modernas de ritmos como la salsay el merengue. (Colección Sonia López)
 
Para que una orquesta lleve el adjetivo "gran" en su nombre, algo de grandeza tiene que, por lo menos, evocar. Por eso, Sonia López puede llamar a la suya la Gran Banda.
Exitosa durante cuatro décadas, esta agrupación no se identifica, sin embargo, con algún sello discográfico dominante, algún magno evento digno de recordarse o alguna luminaria portentosa que haya pasado por sus filas. Ninguno de esos atributos le hace falta, porque el más importante le rinde honor en creces: el sonido.
Como Sonia López y Sus Estrellas apareció la agrupación en 1968, cuando su directora y conguera era esposa del músico puertorriqueño Radamés Romero, a quien ella misma enseñó a tocar las congas.
A partir de ese momento, en el que iniciaba el furor desbordado por el género de la salsa al tiempo que la plena y los ritmos boricuas mantenían estable su presencia en el escenario musical de Puerto Rico, cada década –y cada esposo de Sonia– significaron para la Gran Banda fases en el rediseño de su propuesta musical.
La característica que define su sonoridad hasta la actualidad, no obstante, es la destreza para compartir en diversos géneros, como la salsa, la cumbia, el merengue, el son y el mambo, los rasgos del ritmo puertorriqueño que se exhiben en grandes músicos como César Concepción, Ángel "Lito" Peña y Rafael Cortijo.
Cuando hacen los covers de canciones cuya versión original es en otro género, como "Libre", la balada de Gloria Estefan que popularizaron en salsa en los años ochenta, se nota aún más esta particularidad.
Se trata de la importancia que, como estos directores de orquesta, Sonia López ha imprimido en la percusión, vista como un instrumento sonoro y no seco, mucho más allá de la percepción que la limita a marcadora de la clave o punto para establecer el ritmo.
Por eso, la conguera se atreve a afirmar que "las tumbadoras, el tambor, hasta los güiros, en cada uno hay melodía, armonía, claro que sí. Eso no es exclusivo del teclado ni de los vientos".
Esa apreciación musical se traduce en presentaciones caracterizadas por soneos de congas que llegan a tener una tonada, en un recorrido que relata una secuencia rítmica, una composición que se hace al momento, como ocurre cuando Sonia interpreta clásicos de su orquesta como "Sonia jala jala" y "Apréndelo como yo".
A mediados de la década de 1970 y de la mano de su segundo esposo, Bobby Quesada, Sonia decidió aumentar de siete a 15 los músicos de la banda con la ampliación de la sección de vientos.
La percusión se quedó igual, con cautela especial de no permitir la entrada de las versiones eléctricas que se estaban usando para el rock & roll y el boogaloo. No obstante, mantener intacto el elemento percusivo aseguró su protagonismo en la sonoridad del grupo.
"Al tocar la conga hay que saber dónde es que está la tabla, hay que saber cómo darle a la pipona, al quinto y a la flaca", especifica la experta.
En la mitad de los años ochenta, cuando el merengue comenzó a apoderarse del escenario musical puertorriqueño, Sonia López hizo otro cambio en su agrupación para incorporar ese género y alternarlo con la salsa, la que siempre defendió como su ritmo preferido a la hora de tocar.
 
La salsa es baile
Más tarde, cuando se afincó la fama de la salsa romántica, estilizada y cercana a la balada, Sonia se dio cuenta de que los tiempos estaban cambiando y con ellos la percepción de la música por parte de las nuevas generaciones.
"No me gustó la salsa romántica, era muy monga. Eso no daba ganas de bailar", expresa.
Entonces, "los jóvenes empiezan a ver la salsa gorda, la plena y el seis y los ritmos más de aquí como música de viejos o música de Navidad, cuando no es así", comenta sobre lo que observó a principios de los años noventa, en medio del boom de la balada pop y la consolidación de la modernidad en Puerto Rico.
Pero hay un factor de la música tropical y la afrocaribeña que es común a todas las edades: su capacidad para incitar al baile.
De esa realidad se agarró Sonia López para continuar su oferta salsera hasta la actualidad, en la primera década del siglo XXI.
"El valor boricua es inmenso. Tenemos un talento innato", manifiesta.
De otra parte, reconoce la importancia que ha tenido la aportación cubana en el espectro del ritmo afrocaribeño y específicamente en su Gran Banda.
"Aprendí muchísimo del swing cubano, que me encanta. Me ha enseñado otra clave. Cuando se arregle la política en Cuba, me encantaría ir allá a tocar con la Gran Banda", comenta.
Al reggaetón, por otra parte, lo cataloga como un movimiento similar al del fugaz boogaloo, que pegó fuerte en la juventud, pero desapareció rápidamente. Actualmente, considera la posibilidad de incluir ese género, que ha sido mezclado con la salsa, en el menú de sus próximos discos, mas lo hará con fusiones de plena y callypso, "para hacer la diferencia y seguir rindiendo tributo a lo nuestro".
Aun así, Sonia López augura un resurgir de la salsa dura en Puerto Rico y el mundo como género popular entre los jóvenes, que, según ella, se darán cuenta, tarde o temprano, de que el sabor salsoso del baile es inigualable.